Ingresando con precaución al gigantesco y atemorizante mundo del hip hop contemporáneo
Muy lentamente estoy empezando a descubrir las agridulces mieles del hip hop actual. No es una tarea fácil para alguien cuyo interés en el hip hop se cortó abruptamente alrededor de 1996, en plena adolescencia. En aquel momento, lo que yo y mis coetáneos entendíamos por hip hop era de algún modo algo muy cercano al rock de la época, ya sea a nivel musical (con todas las mezclas de hip hop con metal y hardcore ) como simplemente porque ambos, al menos acá en Argentina, tenían aproximadamente el mismo público. El hip hop ofrecía, desde el punto de vista de un adolescente, iguales dosis de corrección e incorrección política, compromiso, enojo, onda y baile. A los 15 años, para mí el mundo era básicamente un lugar hostil habitado por un montón de policías que querían impedir que yo y mis amigos hiciéramos lo que más deseábamos, lo cual era: tomar cerveza, saltar, aniquilar a la clase política y seguir saltando un poco más. El hip hop era una excelente música de fondo para