Esperando el fin del mundo



Estamos a sólo un par de días de lo que seguramente será otra promesa de apocalipsis incumplida. La mayoría de los interesados en el asunto, sin embargo, no está hablando de apocalipsis sino un "cambio de época" tipo Era De Acuario, o de la aparición de extraños e inciertos fenómenos producto de la alineación de siete planetas, o de la inexplicable falta de electricidad en todo el planeta por tres días, etcétera, etcétera. Lamentablemente, lo más probable es que nada de esto suceda.
 
Digo "lamentablemente" porque todos estos vaticinios ofrecen la posibilidad de un corte abrupto, un salto cualitativo en el tiempo que, de algún modo, dotaría de sentido a una buena parte de nuestras aburridas vidas, haciendo irrelevantes un montón de cosas que hoy nos parecen estables, y dándole un valor extra a muchas otras que en nuestras vidas pre-21-de-diciembre damos por hechas. Estamos desesperados por que suceda algo realmente excepcional, algo que nos quite de encima la responsabilidad por nuestras vidas tediosas, nuestra rutina, nuestras decisiones equivocadas. O aunque sea que nos dé la posibilidad de contar una excelente anécdota a nuestros hijos y nietos, algo realmente jugoso que responda al pedido "¡Abuelo/a, contanos de vuelta cómo fue el 21/12/12!"
 
La posibilidad de un apocalipsis total, sin embargo, es mucho más interesante. Un episodio donde mueren 20 niños en una escuela, o 300 personas en un accidente de tren, o 200.000 en un tsunami, es definitivamente una tragedia terrible, que implica enormes cantidades de sufrimiento. Pero si morimos absolutamente todos los seres humanos, todos, entonces no hay tragedia porque no hay sufrimiento, no hay ausencia, no hay ninguna persona sentada en su casa mirando una silla vacía y sintiendo el dolor punzante de la falta del ser querido. Como dijo Molly Nilsson: "Ojalá te mueras/a mi lado/los dos exactamente al mismo tiempo".
 
Todo indica que el viernes que viene no va a haber ningún apocalipsis, ni nada parecido. Lo que sí va a haber ese día, y todos los días siguientes, son masacres escolares, bombardeos a civiles, tsunamis asesinos ... así como pequeñas muertes absurdas, algunas más absurdas que otras, todas terribles para los que siguen -seguimos- vivos. También seguirán existiendo chicos pidiendo monedas en las esquinas, esclavitud laboral, fiestas descontroladas, paseos por el parque, almacenes de barrio, deseos inalcanzables, gente común tratando de decidir qué carajo hacer de sus vidas. O sea, todo lo que nos hace humanos, y todo eso de lo cual querríamos escapar, que sólo termine. Como dijo John Balance: "Why can't we all just walk away?" - "¿Por qué no podemos simplemente irnos?"

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